“El acceso a la pornografía es un grave ataque a la salud mental y la integridad psicológica de los niños”.

Los menores están expuestos masivamente a contenido pornográfico. Encabezando los resultados de búsqueda sobre sexualidad, gratuita y accesible desde la edad del primer teléfono móvil, la pornografía es hoy la principal fuente de educación sexual para adolescentes. En Francia, el 51 % de los niños de 11 a 12 años consume pornografía regularmente . Para ellos, esta exposición suele ser involuntaria y forma parte de un ritual de socialización viril.
Sin embargo, la pornografía muestra actos de violencia extrema, insultos misóginos y racistas, escenas de tortura e incluso pedofilia. Un análisis de 50 de los vídeos más vistos muestra que el 88 % presenta agresiones físicas contra mujeres. Las palabras clave más utilizadas en las principales plataformas se refieren a pedofilia, violencia o prácticas racistas . Estos actos, aunque penalmente reprensibles, están sexualizados. Por lo tanto, la confusión entre sexualidad y violencia está profundamente arraigada en la mente de las personas desde una edad temprana.
La pornografía altera la percepción de las relaciones entre hombres y mujeres. En el Reino Unido, un estudio muestra que los niños expuestos a este contenido tienen 3,3 veces más probabilidades de participar en conductas sexuales violentas. En el mismo país, otra encuesta revela que el 42 % de los niños cree que la mayoría de las niñas disfrutan de las agresiones sexuales. Un estudio español revela que las mujeres que consumen pornografía tienen cuatro veces más probabilidades de ser víctimas de violencia sexual.Un metaanálisis científico de 2016 también destacó una correlación entre el consumo de pornografía y la violencia de género y sexual.
Intenso cabildeoEl acceso a la pornografía constituye un grave atentado contra la salud mental y la integridad psicológica de los niños. La asimilación del mensaje pornográfico se logra a través del placer: la liberación de dopamina asociada a la masturbación aumenta la tolerancia, impulsando la búsqueda de imágenes cada vez más extremas. La exposición a este contenido durante la adolescencia, un período clave del desarrollo cerebral, refuerza los impulsos e inhibe la regulación y la empatía. La investigadora María Hernández-Mora Ruiz del Castillo describe esta exposición como una " violación psicológica " infligida a los niños.
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